18 años después, repitieron aquel primer beso. Con más arrugas, con más canas, con más pasión. Los años no pasan en balde. Hay cosas que tienen que pasar, antes o después. Se besaron como si no se hubieran besado jamás, como si no se hubieran visto antes. Tantas miradas, tantas sonrisas, tanta complicidad. Tantas salidas en grupo deseando quedarse a solas, sin conseguirlo. Tantos conciertos mirándose a los ojos y despidiéndose un rato después, llevándose las ganas a casa. Recuerdo aquel primer beso, me pusiste los ojos en blanco, le dijo él. Ella se rio, no podía ser, él era un sex-symbol y ella no era nadie. ¿Nadie para quién? Para todos. Para mí siempre has sido alguien, siempre has sido tú. Se habían cruzado cientos de veces por las calles de Hospitalet, habían compartido muchas cervezas en sus bares. Pero no llegaba el momento. Al final se habían salido con la suya. Lo habían conseguido. Habían burlado al destino. Se amaron, se desearon, se arañaron. Se abrazaron, se besaron, se volvieron a desear. Se desvistieron deprisa, con muchas ganas. Follaron como animales. Más tarde, se abrazaron y se besaron con calma, tranquilamente, ya sin tanta ansia. Esa noche no debería haber acabado nunca. Se hizo de día. Él se vistió. La besó y se fue. Quizás, con un poco de suerte, volverían a coincidir 18 años más tarde.
Kat