Recomanacions Literàries

Escritoras desde los márgenes

Share on facebook
Share on twitter
Share on telegram
Share on whatsapp

No hay verano ni vacaciones que de verdad lo sean sin un buen libro. No siempre pasa, pero si pasa, si tienes el tiempo, la paz, el paisaje perfecto y el libro ideal, entonces es mágico. Esas lecturas son las que nos mantienen enganchados. Las que nos empujan a seguir buscando. Para nosotras “Las malas”, de la argentina Camila Sosa Villada, ha sido una de las mejores lecturas del verano, y como los libros llegan y se ordenan por razones que solo ellos conocen, su lectura nos ha llevado a otra de hace unos meses: “Cometierra”, de la también argentina Dolores Reyes.

Nos parecía que sus obras se conectaban de alguna manera, y rebuscando por internet hemos descubierto que las dos autoras no solo son contemporáneas sino amigas, de puro periféricas: Dolores Reyes es del 78, maestra en los barrios periféricos de Buenos Aires y madre de siete hijos; Camila Sosa es travesti y exprostituta, y nació el 82 en la Córdoba más rural. Detalles biográficos necesarios para entender desde dónde escriben,  por qué nadie las esperaba en los ambientes literarios, y cómo han construido su propio ambiente. Ambas retratan la violencia patriarcal más salvaje contra las más pobres, y lo hacen con una ternura y un lirismo brutales, pero ambas han escrito novelas y personajes tan situados, que a cada entrevista tienen que reivindicarse por su calidad literaria, y no por su exotismo. “Lo más travesti fue escribir, antes que vestirme de mujer” decía Camila Sosa en alguna entrevista, y Marta Sanz, admiradora de su obra, opina que el hecho de que los personajes estén tan cerca de ella no deslegitima su mirada literaria, sino que le imprime fuerza política. Y así lo sentimos, en los dos casos. 

Según el Observatorio especializado Adriana Marisel Zambrano, en Argentina se registraron 198 feminicidios y trans/travesticidios en los primeros ocho meses del 2022. Una muerte cada 29 horas. Desde esos márgenes escriben las dos. Márgenes que no consideran marginales, sino absolutamente centrales para ellas y millones de mujeres. Dolores Reyes dedica, de hecho, su libro a dos vecinas de su barrio víctimas de feminicidio. En “Las Malas” Camila Sosa, que también estudió teatro y comunicación audiovisual, y es poeta, guionista y actriz, recupera su propia historia para explicar cómo era ser una niña y una adolescente diferente en una familia humilde y un entorno hostil, y cómo acabó recalando en el Parque Sarmiento para prostituirse, y allí encontró una comunidad de travestis que le ayudó a sobrevivir, y no solo económicamente.

En “Cometierra”, Dolores Reyes desarrolla el personaje que se le apareció en uno de sus talleres literarios y explica la vida de una adolescente víctima de violencia machista, que, en su afán por entender la muerte de su madre y no dejarla marchar, come tierra en su entierro de pura desesperación, y a partir de ese momento desarrolla la capacidad de tener visiones que permiten localizar a otras víctimas de feminicidio.

Aunque cada novela tiene sus particularidades, en las dos encontramos protagonistas atravesadas por la violencia sexual y económica, que luchan por dejar de ser y sentirse víctimas. En las dos encontramos trazas de realismo mágico en la definición de algunos personajes fantásticos, que dotan de intensidad lírica a la narración sin, en ningún caso, apartarla del realismo real duro y violento que describen. En las dos novelas hay infancias destruidas (“infancias diezmadas que dejaban los corazones expuestos como a recién nacidos desnudos bajo la helada”), y las vivencias de los y las adolescentes pobres son relevantes, y en ambas hay también comunidades protectoras que están completamente fuera de los estándares de una vida familiar “normal”.

“Las Malas” está construida sobre unos personajes magistrales, empezando por la propia Camila Sosa, a la que acompañan maravillosas travestis como la tía Encarna, la gran cuidadora, la gran madre travesti “de 178 años”, con su gran corazón travesti: “No quiero que mi hijo crea que su madre devuelve mierda cuando recibe mierda. Quiero que aprenda a devolver flores aunque reciba mierda, que sepa que de la mierda nacen flores”.

Joyas también son María La Pájaro y la travesti lobo, o la manera de no poner nombre a otros personajes: Los hombres Sin Cabeza, El Hombre del Paraguas, o El Brillo de los Ojos. Puesto que el libro es un catálogo de violencias contra las travestis, nos gustan especialmente las reflexiones de clase de Camila Sosa, reflexiones que van desde la vergüenza por los propios orígenes, a la rabia y el resentimiento, una rabia y un resentimiento con los que acabas conectando: 

“Las ganas de matar. Muy fuertes, provenientes de un lugar desconocido y sin nombre, la madre de nuestra violencia, allá en el fondo de nuestra memoria, todo ese registro olvidado en el proceso de desensibilización al que nos sometíamos día a día para no morir”.

Las ganas perpetuas de prender fuego a todo: a nuestros padres, a nuestros amigos, a los enemigos, a las casas de la clase media con sus comodidades y rutinas, a los nenes bien todos parecidos entre sí, a las viejas chupacirios que tanto nos despreciaban, a nuestras máscaras chorreantes, a nuestra bronca pintada en la piel contra ese mundo que se hacía el desentendido, su salud a costa de la nuestra, chupándonos la vida por el mero hecho de tener más dinero que nosotras”. 

Dolores Reyes, por su parte, tiene una protagonista adolescente sin nombre, que ve lo que nos demás no ven, y tiene sueños-destino con su joven profesora desaparecida: “sus huesos no eran mansos como animalitos domésticos, me buscaban, volvían furiosos con la energía devastadora del que persigue justicia”. Aunque no hay reflexiones políticas de manera explícita la novela está salpicada de detalles de clase (a una de sus personajes la apodan Miseria porque sus padres no pueden alimentarla, y la llevan a comedores populares), y llena de gente que busca a sus desaparecidas, en el país por excelencia de los desaparecidos, desde las Madres de la Plaza de Mayo: “Los que buscan a una persona tienen algo, una marca cerca de los ojos, de la boca, la mezcla de dolor, de bronca de fuerza, de espera, hecha cuerpo. Algo roto, en donde vive el que no vuelve”.

Hay mucho dolor y mucha impunidad de clase en relación a las violencias sexuales en estas historias, pero sobre todo hay dignidad.  “Estamos ahí para ser escritas. Para ser eternas” escribe Camila Sosa. La prota sin nombre de “Cometierra” cuando piensa en la lápida sin palabras de su madre asesinada se dice a sí misma: “Pensé que yo también quería, ahí fuera, un nombre para mí”. Si la literatura no es lugar para pobres, menos para mujeres pobres. Y sin embargo, cuando las mujeres de las periferias escriben, describen mejor que nadie a otras mujeres como ellas. Hablan de mujeres maltratadas y malheridas que viven al servicio de otros. De mujeres que necesitan ser nombradas y explicadas para ser entendidas. De mujeres que, a pesar de todo, no quieren ser reconocidas como víctimas, sino como supervivientes. Necesitamos leer a más autoras así, y necesitamos dejar de considerarlas excepciones.

Como siempre podéis encontrar estos libros en las librerías de referencia Espai Llavors en Collblanc y Librería Perutxo en el barrio del Centro.

Contacta amb nostres

hola@districte7.cat