Ya no disfruto de los paseos por las arboledas de Can Boixeres.
Tampoco de mis lecturas sentado en los bancos de Rambla Just Oliveres.
Hospitalet para mí ha cambiado.
O quizás sea yo, que necesito otro lugar lejos de mi pasado.
He emprendido un viaje de ida.
Y desde hace días,
que voy conduciendo mi moto.
Y a cuestas, mi guitarra,
la única que me da alegría.
Voy conduciendo por calles, carreteras de curvas y por las anchas autovías.
Y aunque os parezca una tontería,
conduzco, también,
entre las líneas de esta poesía.
No he contado a nadie,
el propósito de este viaje.
Y pienso, y dudo.
Y dudo y huyo.
Como dudan y huyen,
las palabras de un tartamudo.
Arranca la mañana,
y parece que ha llovido.
Arranco mi moto, y,
curva tras curva, todo lo olvido.
Y curva tras curva trazo con mi pluma,
esta historia que escribo.
Queda ya, lejos,
en la distancia y en el tiempo,
todo lo que he dejado atrás.
Y cuando me llega el arrepentimiento,
me subo la visera, y acelero.
Y caricias, es lo que siento,
de las manos invisibles del viento.
No tengo ni rumbo,
no sé adónde me dirijo.
Conduzco hasta el ocaso,
para buscar una posada,
de algún pueblo por ahí perdido.
Esas noches, por tanto,
tengo mi descanso.
Y una buena copa de vino,
la degustaré con unos tragos.
He visto una fotografía,
en un periódico del día.
Me ha dicho dónde ir.
¡A la lejana Asia!
A sus tierras legendarias
es donde mi moto voy a dirigir.
Y allí,
haré sonar mi guitarra clásica.
Y quizás alguien,
la magia,
pregunte por mí.
Gustavo
